jueves, 22 de enero de 2015

Cruces banales.


Muchos años en Lisboa, más en Zaragoza y hasta hace poco desconocía unas curiosas ataduras entre estas ciudades: dos de los más importantes edificios religiosos de Lisboa se consagraron a la advocación de dos santos zaragozanos:

Diácono del obispo zaragozano Valero, San Vicente murió martirizado y sus restos terminaron, tras la toma de Lisboa por los cristianos, en una abadía que se levantó en la Alfama para acogerlos: San Vicente da Fora, Patrón de Lisboa, custodiados por la Orden agustina. En ese mismo barrio nació un tal Fernando Martim de Bulhoes e Taveira Azevedo que se convirtió en monje agustino estudiando allí con gran provecho, pasado el tiempo: San Antonio, el otro patrón de Lisboa.

La Iglesia de Santa Engracia, al lado de San Vicente, ahora Panteón Nacional, la fundó en 1568 la Infanta Doña María, hija del célebre rey Manuel I y sobrina de Carlos V, para acoger las reliquias enviadas desde Zaragoza.
Solo como detalle, en Zaragoza los custodios de las reliquias de la santa eran los Jerónimos, no hay que subrayar la importancia que tenían los mismos en Lisboa, ni el mimo que recibían como orden favorita de ambas coronas.

Como colofón, el primer Pentateuco impreso en su lengua original se realizó en un taller hebreo de Hijar, provincia de Zaragoza allá por el año 1486, los tipos utilizados en aquella imprenta acabaron, tras la expulsión, en otro taller hebreo ubicado en la Alfama de Lisboa.




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